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La Incertidumbre

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Quizás una de las sensaciones que más nos cuesta sostener es la incertidumbre. El ¿qué pasará? Dice Coelho que “el miedo dura hasta que empieza lo inevitable”. La verdad es que siento que muchas veces es así.

Tenemos emociones, estamos vivos, las sentimos, las procesamos, a veces nos impulsan, a veces nos paralizan. La alegría nos llena, el miedo nos detiene, la rabia nos da energía para hacer cambios…. Pero la incertidumbre, ese-no-saber, esa especie de vacío, esa es más difícil de procesar. Decía en mi libro “lo que tu luz dice” que, de todas las herramientas disponibles, el diablo renunció a todas menos a una: la duda. Porque si alguien es capaz de sembrar la duda en tu mente, muy probablemente tiene el control sobre ti.

Tal vez alguien dirá que incertidumbre y duda no significan exactamente lo mismo, y seguramente es así. Pero para mí forman parte del mismo “grupo de sentir”, en el que “no sé qué va a pasar”. En nuestra innata capacidad de juzgar la realidad estamos siempre clasificando entre bueno y malo. Lo bueno lo quiero, lo malo lo rechazo. Busco lo bueno, evito lo malo. Lo fastidioso es cuando no ocurre, ni lo bueno ni lo malo. Cuando me quedo en el limbo, esperando que algo cambie. Propiciando que algo ocurra. Pero no ocurre. Solo el tiempo de espera (si es que existe el verbo esperar), solo esa sensación de impás.

Hay una realidad que no me gusta. Puedo aferrarme al refrán de “más vale lo malo conocido que lo bueno por conocer”. Pero no voy a hacerlo. Creo que más vale lo bueno desconocido, o al menos, seguir conociendo lo desconocido que conformarse a una realidad mediocre si no me satisface. Trabajo, pues, para cambiarla. En el mientras, la antigua va desapareciendo, la nueva está por surgir, y yo me quedo en un limbo…donde tengo la sensación de que nada ES…de que nada OCURRE… y lo peor… de que nada será y nada ocurrirá, porque aun no puedo verlo y a la mente ya sabemos que le encanta anticipar (sobre todo desastres y fracasos). Puede ser que en determinados momentos esa virtud denominada esperanza venga a nuestra ayuda, o la confianza en uno mismo, en la vida, sean mayores que esa incertidumbre. Pero confieso que a mi no siempre me pasa. Y como mi mente y mi corazón son muy inquietos, siempre estoy en proceso de creación y, a menudo, me encuentro en esos limbos.

No sé si hay algún secreto para aguantar allí. Lo que sí sé es que ocurren. Y que hay que aprender a sostenerlos. La naturaleza (nuestra principal fuente de aprendizaje) nos lo muestra a cada momento. Pongo una semilla. Y me quedo en el limbo, hasta que surge la planta. Nada se realiza instantáneamente en el mundo de la materia. Aun en la época cuántica, los embarazos siguen transcurriendo al mismo ritmo de siempre, con sus saludables 40 semanas… y yo sigo muchas veces teniendo que sostener un limbo, que a veces se me hace muy largo, tediosamente y angustiosamente largo.

Poco a poco vamos aprendiendo esa confianza, o al menos la neutralidad de no desesperarnos. Aprendemos a observar sin juzgar, a mantenernos en el centro, aun cuando nuestra vida sea como un tornado, a buscar ese lugar de paz. Aprendemos como esos pájaros posados en la rama, a poner la confianza en mis alas que me permiten volar, no en el árbol que (coyunturalmente) me sostiene. Aprendemos que todo tiene su ritmo, hay un día y hay una noche. Y que el cambio es siempre inevitable. Es más, finalmente creo que la persona que se aferra a la “estabilidad” acaba sufriendo lo mismo, o más que los que vivimos habitualmente en las incertidumbres.

Veo a menudo que muchas personas viven en los extremos: a tope de actividad o durmiendo. Sin punto medio, o con toda la adrenalina en sangre (incluso cuando se trata de “descansar”), o totalmente desconectados, anestesiados con Netflix o con alguna copita de más. Es decir, o a mediodía o a medianoche. Sin puntos en el medio. Sin equilibrio. Y a menudo me/nos recuerdo que el sol es maravilloso, que amo ver las estrellas en la noche, pero el amanecer y el atardecer tal vez sean de los momentos más irrepetibles, creativos y sorprendentes. Ahí donde la transición es suave, donde la naturaleza se recrea en soluciones cromáticas imposibles, donde cada fotograma en mi retina parece retocado de tan bello…. Y eso se produce ahí, en el “limbo”, en el momento que no es de noche ni es de día, sino las dos cosas o ninguna.

Las incertidumbres no son cómodas. Pero si somos capaces de sostenerlas sin juzgar, sin llenarlas de cosas/personas/ideas simplemente por la incomodidad de vivirla, veremos cómo se convierte en un nuevo amanecer que lleva a cumplir nuevos sueños, o a un nuevo atardecer que nos permite un merecido descanso.

Ana María Oliva PhD. Biomedicina

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